Si algún rasgo define a la comarca de la Litera en su conjunto, este es el de la pluralidad. La Litera no solo es una fértil llanura regada por las aguas del canal de Aragón y Cataluña, que penetra en ella por el acueducto-sifón del Sosa, sino que también es una tierra de secano de onduladas cuestas que van ganando altura, más allá de la sierra de La Gesa que divide en dos el territorio, alturas que acaban a los pies de los últimos contrafuertes prepirenaicos, mucho más potentes y accidentados.
San Esteban de Litera participa de esa dualidad de secano y regadío como ningún otro municipio de la comarca. Al irnos acercando a la población, la carretera transcurre entre ubérrimos campos de cereal, maíz y alfalfa salpicados de modernas instalaciones ganaderas y algún pequeño roquedo con encinas y carrascas. Próximos a la magnífica muestra de arquitectura pública modernista que es el puente de Perera (1905), podemos divisar a lo lejos, diáfana en lo alto, la silueta de lo que antaño fue un castillo medieval, tras el cual, en lo hondo, se esconde San Esteban.
El canal transcurre paralelo a los estratos fuertemente plegados del sustrato terciario, que confieren una personalidad única a esta parte del paisaje, antesala de las masas yesosas de Les Gesses (la Gesa), más altas y que rompen con su cromatismo de grises el contraste entre el azul del cielo y el verde del regadío. La importancia naturalística de Les Gesses nos la advierte el que sean consideradas por la Comunidad Europea como zona LIC (Lugar de Interés Comunitario) y, por tanto, sujeto de especial protección.
Recogido entre dos alargados altozanos se halla San Esteban de Litera, en cuya calle Mayor confluyen por ambos lados las empinadas callejuelas que bajan de las alturas, una de las cuales alberga el torreón-campanario de su antigua fortificación, de la que quedan pocos restos.
Es en la calle Mayor donde encontramos las principales casas solariegas de los antiguos linajes santistebenses y que transcurre entre la plaza del Mercado y la plaza España, presidida esta por la fachada barroca de ladrillo del templo, que data de los siglos XVII y XVIII.
Varias de estas importantes casonas poseen capilla propia, como la clasicista de la Inmaculada, con la venerada imagen de la Virgen de la Cama, la barroca de Santiago, la de la Virgen de la Carrodilla y la de San Roque.
Son numerosas las rutas que se pueden recorrer en San Esteban, la mayor parte de ellas recogidas en un folleto que nos señala, planos incluidos, los puntos de interés de la localidad y su término. Una de estas rutas, bien señalizada, nos conduce hasta el castillo, desde donde puede observarse una espléndida panorámica de 360º, desde las cimas nevadas durante casi todo el año del Pirineo oscense hasta la vega del Cinca por el sur y el oeste. La vista que nos ofrecen los rojizos tejados de San Esteban es digna de ser fotografiada por sus tonos y contrastes, con el blanco agrisado, más allá, de los yesos cercanos.
Otro sendero nos conduce hasta la plaza de la Fuente, antiguo surtidor de agua cruda que alimentaba el abrevadero de las caballerías y zona convertida en la actualidad en área de recreo para los más pequeños. Siguiendo la caminata llegaremos hasta el parque del Prado, cuidado espacio ajardinado donde podremos relajarnos y disfrutar tranquilamente a la sombra de numerosas especies vegetales, tanto de la comarca como ornamentales. A destacar los dos monumentales tamarices, dos de los tres ejemplares más grandes de todo Aragón. Junto al parque, se encuentran las cuidadas piscinas e instalaciones deportivas, que disponen también de servicio de bar A muy escasa distancia, se ha recuperado y acondicionado una antigua yesería —testimonio de una actividad industrial hoy ya en desuso—, en la que varios paneles nos ilustran sobre el proceso de fabricación tradicional del yeso en dos hornos visitables.
Del Prado sale el camino (caminet de Alom) que, enfilándose en un suave promontorio, nos conducirá de nuevo a San Esteban, esta vez pasando cerca de las antiguas eras, con sus construcciones tradicionales: pajares (palleres) y casetas abovedadas (voltes).
Saliendo de San Esteban hacia el norte, tras atravesar por completo las tierras de yeso, se llega al río Sosa, hoy prácticamente seco durante todo el año pero cuyas aguas movieron antaño varios molinos harineros y olearios. En algunos puntos de su lecho surge el agua que se ha ido infiltrando curso arriba, y en uno de ellos se ha acondicionado un área recreativa donde se puede descansar y disfrutar plácidamente del entorno.
Un barranco lateral del Sosa, el barranco de Gallizad —estrecho y de vegetación frondosa, grato de recorrer—, nos aproxima de nuevo hasta el núcleo urbano. San Esteban de Litera tiene en sus cercanías dos ermitas erigidas en el pasado siglo, la de la Asunción, en la propiedad de la familia Comas, y la de San Isidro, en la partida de las Forcas —nombre que nos evoca un pasado medieval oscuro—, que se emplaza en lo que fue una antigua población islámica, quizás la antecesora de la actual San Esteban.
A lo largo y ancho de su término encontramos numerosos aljibes (aljubs), que antaño abastecían las necesidades de agua potable de sus habitantes. Dos rutas bien señalizadas y la presente web nos indicarán su ubicación, características y recorridos aconsejados para su observación. Excavados en la roca arenisca, presentan características distintas unos de otros y, entre los más de 70 que se conservan, son especialmente dignos de ver los de Perera y Aljub Llargo. Otras construcciones tradicionales son las casetas abovedadas (voltes), donde se guarecían los agricultores y animales de labranza en sus largos desplazamientos a las tierras de labor. También son interesantes las cíes o silos para el almacenamiento de cereales, los rams (puntos para la caza de aves) y la mina de agua (la Mineta), construida en 1729, que alimentaba el viejo molino de aceite y abrevadero urbano (la fuente de las Pilas).
En el hoy despoblado Rocafort, al este de su término municipal, se encuentra la iglesia de San Miguel (en ruinas, como todas sus antiguas casas), y en lo alto de lo que fue su castillo, la ermita de la Virgen de la Guardia, muy venerada y a la que se acude en romería el último domingo de abril.
En 2013 se habilitó una zona próxima al parque del Prado como aparcamiento de autocaravanas, una muestra más de la labor de la corporación municipal de San Esteban en pro de atraer a todo tipo de visitantes, con la seguridad de que disfrutarán de la hospitalidad de los santistebenses, de sus paisajes y de su patrimonio.